miércoles, 22 de julio de 2009

EL SOL Y YO, A SERGIO (III)

Aquello sí que era alegre. Allí estaban el peluquero del cielo, el sombrerero del cielo, el camello del cielo, el hombre galleta, la reina mofeta, la mujer portuguesa y ella misma muy vieja con su bigote de gato.

Me cambié el nombre por otro y ahora nadie me llama, como un café cargado de elefantes me siento aquí, aunque con una felicidad indescriptible, se hizo tan tarde que amaneció, allí nadie podía dormir, nadie quería volver, cruzar el umbral pues habíamos nacido para echarnos de menos, el señor alambre siempre nos decía que el cielo está hecho con trapos y hojas secas, se dejaba ver las cartas y también que le hiciéramos trampas porque él ya estaba a la diestra del Señor. Contento estoy, a tientas voy, ni clavos ni pegamento me sujetan a mi, vayan donde vayan mis piernas, vienen conmigo. Ves, hoy hay toque de queda para todos los besos. Amanecimos sin pensar y a ritmo de bossanova, hacia la costa, allí el sol nos esperaba con sus gafas de sol ahumadas. Beatriz fue nuestra guía, ella entonaba una canción que decía "si tienes madera me tallarás un beso, lo haremos astillas y le prenderemos fuego". Nuestra banda sonora de una parte de nuestra vida.

Por fin llegamos, uf ... qué calor, camarero por favor, dame algo de beber, el auténtico gintonic en nuestro paladar, de los servicios salió Roberto, con lentillas de colores, mientras en la radio no se paraba de escuchar: el amor de mi vida me mandará a la mierda. Somos máquinas que no entendemos que se enamoran cada cierto tiempo, dijo Roberto que había bajado a comprar pan, en la tele salía Jesús y su scalextric, pobre Jesús decían, no sabe cantar la Marsellesa. Nunca te preguntes el por qué de todo esto.
Los días más largos se hicieron cortos y me hinché de balón, Natalia, hay sobre mi un cielo azul y tan ni siquiera puedo tocarlo, el amor es estar obligado a escuchar a quien no quiere hablarnos, no pude mirarle a los ojos rojos de fotografría y bailar con ellos, la única chica a la que amé era de otro mundo, cualquier cuerpo se vuelve una prisión, por favor, me pone otro gintonic?
La vida es muy corta, la vida es mejor, las cosas que un día yo perdí están mejor allí que junto a mi, sólo quiero ser feliz, tendría que olvidar que la vida para mi es la realidad.
Decidimos seguir dando un paseo, caminando hacia casa de Román, el cual estaba con Raúl. Román andaba triste por las puntas de las estrellas, mientras lloraba decía sin cesar: saber y perder es lo que hice siempre, lo tengo por costumbre ... intentamos tranquilizar a Román diciéndole que nos iremos a Australia. Raúl, entonces, comenzó con sus imitaciones de justicia poética, era de papel como el papel, era tan amable con las jóvenes, sin poderlo evitar una combustión de los guionistas hizo que saliera el hombre que perdió los papeles en la televisión, cantando Natasha Kampush junto a Fran, Ricardo y Enrique. Se hizo silencio, se hizo silencio y a cada boca yo concedí un deseo tan lento llegó, para decirme que no era una perdiz lo que me comí, era el final del cuento, muñecos de nieve vienen a verme, me dan su frío, se ríen y gritan es el final del cuento, el más triste final de un cuento.
Un abrazo Sergio ...