viernes, 15 de enero de 2010

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viaje alrededor de carlos berlanga


De no haber fallecido el 5 de junio del 2002, Carlos Berlanga tendría ya 50 años. Con esa excusa, su amigo y pintor Pablo Sycet aceleró la producción de una retrospectiva sobre el músico madrileño. Se estrenó en octubre en la Mostra de Valencia y ahora se expone en Madrid. No hay fecha para su traslado a Barcelona, pero hasta el día 8 la sala Tramart de la capital catalana (en el paseo de Colom) acoge una veintena de cuadros, fotos, diseños, portadas de discos y letras de canciones.
Es un parco aperitivo, ya que la muestra de Madrid acoge más de 200 piezas que resaltan la faceta pictórica de un artista más conocido como integrante de Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides y Alaska y Dinarama. Pero más completo aún que la exposición real es el catálogo que la acompaña. El libro Viaje alrededor de Carlos Berlanga es un sincero regalo póstumo de sus amigos. Alaska, Nacho Canut, Pedro Almodóvar, Bernardo Bonezzi y Jorge Berlanga, entre otros, han redactado emocionantes e íntimos artículos. Y como Carlos, tan suyo él, siempre se sintió incomprendido por prensa y público, las anécdotas y reflexiones aquí vertidas aclaran malentendidos y desvelan facetas poco conocidas del coautor de Ni tú ni nadie.
«Podríamos haber formado una pareja cómica», apunta Almodóvar. «Él no quería pepitos grillos ni angelitos buenos que le mostraran el camino recto a la salvación», desvela Canut. Su hermano Jorge adjetiva a bocajarro su contradictorio carácter: «Delicado, insolente, dulce o furioso, frágil o cortante, fino o impertinente, elegante y descuidado, próximo y lejano, racional o delirante, ético e inmoral, amable y odioso, tímido y descarado, carnal o casto, vitalista o depresivo...». Y su amiga Paloma Olivié suelta otra gran verdad: «De todas las misiones que un artista puede proponerse, favorecer los sueños propios y ajenos es de las más decentes y en eso Carlos Berlanga era el rey».
Además de un profuso y ameno recorrido por su infancia, juventud e inestable madurez narrado por sus allegados, Viaje alrededor de Carlos Berlanga recopila sesiones fotográficas, detalla una completa discografía (resumida además en un CD con tres canciones inéditas) y, claro está, reproduce una vasta obra gráfica que incluye carteles para películas, las tiras de cómic que publicó en Abc, portadas de discos, maniquís de moda, logotipos y hasta una escultura.
Sobre papel o lienzo, Berlanga experimentó con múltiples técnicas como un habilidoso aficionado. Él mismo confesaba componer copiando a otros (hoy una canción en plan Chic, luego otra a lo Pet Shop Boys) y su obra pictórica es tan ecléctica y deudora como la musical. Es fácil detectar trazos de Picasso, Matisse o Dalí en sus cuadros. «Pero todo lo que pinta acababa teniendo un innegable toque berlanguiano», defiende Sycet, antes de calificar su estilo con puntería soberbia: ¡versatilidad camaleónica!
Hoy sabemos que era zurdo y daltónico, que pintaba a todas horas, pero que nunca tuvo aspiraciones como pintor. «Tenía tanta facilidad que le sobraba tiempo para todo lo demás», celebra y lamenta Sycet, refiriéndose a sus adicciones.
Este libro despide con todos los honores a un artista polifacético, metafísico, mimético, espontáneo, banal... Y le extirpa por fin el aura de holgazán. todo un genio ,se merece aun mas y mas ,un saludo carlos ,un dia brinadremos con martini